viernes, 1 de octubre de 2021

EL ÚNICO ÁRBOL INMORTAL, SE MUERE (SALVAR AL GINKGO BILOBA)

 

NINGÚN ÁRBOL ES UNA ISLA

Es otoño, me gusta cruzar los parques en esta época del año, crujen verdes, ocres y amarillos. Qué maravilloso es ver amanecer en los Jardines de la Agricultura deleitándonos de la mansedumbre del aire limpio, el silencio solo roto por el arrullo de los pájaros y el contraluz de los árboles.

Siempre que puedo visito la isla donde habita el ginkgo biloba. Busco entre la hierba sus hojas caídas con forma de abanico que guardo entre las páginas de algún libro o regalo a mis amigos como un día también hiciera Goethe.

Goethe escribe a su amada Marianne von Willemier, introduciendo en la carta dos hojas de ginkgo: “Las hojas de este árbol, que del Oriente/ a mi jardín venido, lo adorna ahora,/un arcano sentido tienen, que al sabio/ de reflexión le brindan materia obvia./ ¿Será este árbol extraño algún ser vivo/ que un día en dos mitades se dividieron?/ ¿O dos seres que tanto se comprendieron,/ que fundirse en un solo ser decidieron?”

Manuscrito original del poema “Ginkgo biloba”

¿Sería Goethe conocedor de la magia que arraigaba en su jardín? Porque además de las innumerables propiedades curativas que se le atribuyen “al árbol de los 40 escudos” como también se le conoce, está asociado a leyendas ancestrales de la cultura china y japonesa, teniendo el privilegio de conceder deseos a quien se lo pida acariciando la piel de su corteza.

Hoy he vuelto a visitar al ginkgo biloba en su isla. Ignoro cuándo se cumple la fecha de su nacimiento. Solo sé que su aspecto ha empeorado lamentablemente. No quiero pensar que una ciudad como Córdoba permita que el ginkgo muera asfixiado negándole el sol por las ramas de otro árbol de una isla vecina.

Aquí se apostó el ginkgo como símbolo de la paz donde vive lúcido la elocuencia de las fuentes del parque, el rumor del viento y la calma de quienes se sientan a descansar en el banco ubicado bajo sus pies.

No sé de qué país de Oriente lo habrán traído, ni si echa de menos el océano, pero forma parte de los árboles ejemplares de esta ciudad. Desde esta visión se considera afortunado capaz de comprender el lenguaje de las aves y el murmullo del viento como solo un árbol milenario puede hacerlo.

“Antes de que aparezcan las primeras plantas con flores, los dinosaurios y mamíferos que desembocaran en el ser humano, ya se erguían los ginkgos en los bosques del mesozoico”.

El ginkgo ha perdido la noción del tiempo humano desde que habita en su isla. Es cosa de los que viven en la lucidez tradicional de los seres vivos que no envejecen jamás, de los que no fueron exterminados como en Hiroshima sino que viven tan pegados como en un principio a la vida y a la implacable carrera del hombre que causa el mal.

Los otros árboles lo saben. Es el árbol ignífugo, por eso se cultiva desde tiempos inmemoriales alrededor de monasterios y palacios de China, Corea y Japón.

Es la especie viva más antigua de la Tierra (un fósil viviente). Simboliza la paz ya que un ginkgo logró sobrevivir a la explosión atómica de Hiroshima a solo 1000 metros del epicentro donde cayó la bomba. Y el ejemplar de los jardines de la Agricultura es el más antiguo de los existentes en nuestra ciudad.

A día de hoy el ginkgo agoniza por falta de sol sin que nadie lo remedie. No pensaba que algo así podía suceder en Córdoba, símbolo de la luz de las culturas.

“Los árboles son santuarios. Quien sabe hablar con ellos y sabe escucharlos, descubre la verdad. Ellos no predican doctrinas ni recetas. Predican, indiferentes al detalle, la originaria ley de la vida” (Hermann Hesse)

Este escrito va dirigido a alguien portador de esa luz porque ningún árbol es una isla, y a su modo, revela la fuerza del continente para no sentirse náufrago, Es cosa de los que tienen el poder en sus manos y la revelación de sentirse herramienta para que la vida de nuestro ginkgo biloba siga siendo interminable, y quienes pasen junto a él no lleguen a conclusiones críticas en un intento de que no se destruya lo que vive, y admiremos lo que tiene esta ciudad de valioso porque forma parte de nuestro Patrimonio, como legado de lo que recibimos, lo vivimos en el presente y transmitimos al futuro.

Ningún árbol es una isla, ningún hombre tampoco.

María José Feria

Ginkgo biloba en los jardines de la Agricultura.


        Ginkgo biloba en la actualidad
                                                  Ginkgo biloba en la actualidad.

viernes, 7 de febrero de 2020

ISLAS AL MEDIODÍA



¡SI PUEDES SOÑARLO, PUEDES HACERLO REALIDAD!


Este recorrido por la exposición ISLAS AL MEDIODÍA de la sala Vimcorsa en Córdoba, parte desde la escultura de la entrada: ”El sueño de Abbas Ibn Firnás”, el primer hombre en la historia que consiguió volar, cuyos pasos siguieron otros soñadores como Leonardo Da Vinci. 



A partir de esta genial obra de Jose Manuel Belmonte, recorres la exposición como sostenido por invisibles alas hasta la cima de la creatividad. 



Cada isla, cada autor, cada obra, asoman con intensidad formando fragmentos de un todo sin imponer su propia historia.




Obras con pureza narrativa donde la mitología y la literatura están presentes. 
Cada creación habla por sí misma desde cualquier perspectiva y todo parece encajar a la perfección, las luces, y las sombras proyectadas en la pared.



Una exposición de autores cordobeses que al igual que Ibn Firnas, se han unido en un momento de lucidez para demostrar a Córdoba y al mundo de lo que es capaz el hombre con esa voz poética que caracteriza a los genios. Y a todos nos incumbe.



ISLAS AL MEDIODÍA es una muestra de la insuperable creatividad y valentía de los artistas de esta ciudad de la que Abbas estaría orgulloso, y en su memoria, los cordobeses se han volcado con admiración en un abrazo íntimo y cálido lejos del frío metal.
Una exposición de altos vuelos.¡Enhorabuena!


M.J.Feria

Video de lo que podéis contemplar allí.